Vamos a recomendaros una actividad que no suele estar entre las m\u00e1s populares; pero que sin duda vale la pena. Se trata de una visita a la desconocida, inquietante y on\u00edrica Cripta de los Condes de Buenavista<\/strong>, en El Santuario de Nuestra Se\u00f1ora de la Victoria<\/strong> de M\u00e1laga<\/strong>, bas\u00edlica que alberga a la patrona M\u00e1laga y la m\u00e1s notable huella barroca en la ciudad.<\/p>\n El templo est\u00e1 en la Plaza de la Victoria<\/strong>, donde podemos llegar andando<\/a> en unos 10 minutos andando desde nuestros apartamentos<\/a>, o un poco menos si optamos por el transporte p\u00fablico.<\/p>\n La cripta ha permanecido cerrada durante a\u00f1os; pero a d\u00eda de hoy, un grupo de amables voluntarios se encargan de abrirla de martes a s\u00e1bado de 10:00 a 13:00 horas. Est\u00e1 situada bajo la torre de 3 pisos que hay a la derecha del templo, se entra por una peque\u00f1a puerta lateral. La entrada cuesta tan solo cuesta 2 euros por persona e incluye un gu\u00eda que nos acompa\u00f1a y nos explica la historia y significado de lo que vemos.<\/p>\n El templo original fue mandado a construir por el rey Fernando El Cat\u00f3lico<\/strong>, en la misma plaza en la que se instal\u00f3 el campamento castellano durante el asedio a la ciudad, en 1487. El mal estado de la construcci\u00f3n original hizo necesaria una gran obra de restauraci\u00f3n y ampliaci\u00f3n, que fue ejecutada durante el siglo XVII, y financiada gracias al mecenazgo de los Condes de Buenavista<\/strong>. La iglesia fue restaurada por el arquitecto Felipe de Unzurrunzaga<\/strong>, que dise\u00f1\u00f3 el tras- altar, donde se les concedi\u00f3 derecho de sepultura a los condes, en la cabecera del presbiterio; que es un cuerpo en forma de torre de 22 metros de altura dividido en tres pisos. A d\u00eda de hoy lo \u00fanico que queda del templo original es el retablo barroco del altar mayor.<\/p>\n Cuando la puerta del tras-altar se abre para dejarnos paso a la cripta, la respiraci\u00f3n se paraliza y el coraz\u00f3n se encoge. Sobre las paredes pintadas de negro, una profusa decoraci\u00f3n de yeser\u00eda blanca cubre paredes, techos y columnas, en una omnipresente alegor\u00eda al paso inevitable del tiempo, a la muerte; representada por calaveras, esqueletos, huesos, relojes, espejos, guada\u00f1as, balanzas y todo tipo de s\u00edmbolos que evocan el car\u00e1cter mortal del hombre; y que, desde el punto de vista del cristianismo, la muerte es tan solo un tr\u00e1nsito. \u00a0Llama poderosamente la atenci\u00f3n las im\u00e1genes de ni\u00f1os, tal vez con la intenci\u00f3n de advertir que nadie est\u00e1 exento de la muerte.<\/p>\n